Amacueca

Amacueca

UN CHUBASCO IMPETUOSO parecía estar vaciando todas las nubes del cielo en medio de las nogaleras.

Luego vino la calma. A distancia apareció el arco iris y un sol tierno, recién lavado, llenó de brillos verde y negro las frondas que se cierran arriba y hacen caminar bajo un cortinaje de penumbras, húmedo ahora y con el perfume de floridos cafetales, limoneros y más arriba la bóveda cerrada de los nogales.

Amacueca es un paraíso. El pueblo quedó como suspendido en unas laderas por donde ahora corren torrentes de agua que bajan de la Sierra de Tapalpa, rumorean y forman arroyos por entre las calles mal avenidas en sube y baja, hasta el centro del pueblo donde está la iglesia parroquial y curato que antaño fue el Convento de Recolección de la Orden Franciscana.

Fray Luis del Refugio de Palacios, por allá en los años veintes anduvo en estos pueblos del sur y describió su embeleso por Amacueca:

«El arbolado verdinegro es de nogales, de nuez muy encerrada en su cáscara, difícil de extraer la médula pero muy aceitosa y sabrosísima; la especialidad del lugar. Pero dánse otros muchos géneros de frutas y, son también especiales las limas grandes, de cáscara muy gruesa, dulce y sin gota de amargor, y con un cierto pezón que por eso el vulgo las llama «chichonas», tan así escasas de ácido, que no se les percibe, y tan inocentes que las dan a convalecientes y personas de estómago delicado».

Ya en el siglo XVII Fray Antonio Tello había declarado su complacencia ante las bellezas naturales de este pueblo.

Dijo: «El sitio es maravilloso por las muchas aguas que bajan de la sierra, con que se riegan muchas huertas de granadas y membrillos y se coge mucha cantidad de nueces; dase también trigo y se cría mucho ganado».

Tan maravilloso y atrayente el lugar que el mismo Alonso de Ávalos lo eligió entre todos para hacer casa y residir en ella cuando no andaba en las correrías propias de su investidura.

El padre Tello habla de ello al decir que «conquistó a los indios de este pueblo, como a otros de la Provincia de Ávalos, el buen caballero D. Alonso de Ávalos que fue su encomendero y de quien tomó la Provincia el nombre ( ) e hizo una casa fuerte en un cerro que está junto a Chichiquila como media legua, o poco más de Amacueca.

Anduvieron los primeros franciscanos predicando allí la fe cristiana; pero los indios pidieron que los padres residieran en el lugar, y así mencionan los cronistas la designación, como primer ministro de Amacueca de «el P. Fr. Simón de Bruselas, alemán de nación e hijo de la Santa provincia de Alemania la Inferior».

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Y luego en contraste con lo que es hoy la espléndida fachada de la actual iglesia parroquial, con el preciosismo barroco de sus labraduras, sus guirnaldas y hornacinas con estatuas de piedra, el amplio atrio de lo que fuera el primitivo cementerio… se da cuenta del primer sitio donde se establecieron los evangelizadores:

«El convento es una casita de aposentos bajos, hechos de adobes, con su enmaderamiento y cubiertos de paja; la iglesia lo mismo … «

Amacueca guarda entrañables capítulos de historia regional; ello todo, a la sombra de sus nogaleras y en el ambiente húmedo y aromoso de un sitio que se había oído decir, casi el paraíso.

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