Bolaños

Bolaños

YA SOLO HUELLAS de su antigua grandeza. De lo que fue un ayer de siglos, hoy quedan unos muros enormes, húmedos, ennegrecidos por el tiempo, balanceándose a punto de inminente caída.

En otros lados del pueblo, solamente montones de piedras, labraduras en fracción, ángeles mutilados, guirnaldas, dragones, todo lo que llegó a ser artístico ornamento de un palacio o de una iglesia.

Hoy puede llegarse a Bolaños tomando el crucero de Cartagena, antes de llegar a Colotlán; pasar por el levítico pueblo de Totatiche, el nazareno de Temastián, el altivo pueblo de Villa Guerrero y desde aquí bordear honduras, caminar a parejas con el Espinazo del Diablo en su configuración afilada de puro pedernal, y a lo lejos en oleaje de cumbres y barrancas, divisar el brillo cobrizo de unos peñascales que espejean a la lumbre del sol.

Escritores y poetas han venido a Bolaños, se pusieron a leer este aire siniestro y dejaron párrafos y estrofas que dibujan la fisonomía de un pueblo que parece traído de otro mundo.

El padre Alfredo R. Placencia que ejerció su ministerio sacerdotal en este lugar, llegó a dolerse de su cielo estrecho, de su espacio ahogado entre despeñaderos.

«Llegué a pensar que en tu horizonte, brillan menos estrellas que en el cielo mío… «

Agustín Yáñez por su parte, situó en este pueblo, o al menos en esta región, la historia trágica de «Isolda o la muerte»; de manera arbitraria, sin ajustarse a su ubicación o relación de distancias, menciona el novelista varios pueblos de este rumbo; y entre ellos, Malpaís, Lirlanda y Bolaños que son en su relato un mismo sitio.

Bolaños recibió su nombre en recuerdo de Toribio de Bolaños, español que al oficio de las armas unió el de descubridor y empresario de minas. Él descubrió en 1548 la veta a la que pertenecen las minas de Tepec y de Bolaños.

En 1744 vino al lugar Juan Francisco Barranco, gambusino guanajuatense «descalzo y sin camisa a derechas» que resultó ser, aunque ni él lo supo entonces, el principal mimado de la suerte: abrió y registró una casa donde se localizaron las mejores minas de este siglo.

Tiempo adelante apareció don Antonio de Vivanco; estuvo allí de 1771 a 1786. «Aunque menos conocido que los anteriores, Vivanco es memorable dentro del selecto grupo de empresarios que promovieron el auge de la minería en la octava década» .

En 1793 visitó a Bolaños el Dr. D. José Méndez Valdés, Visitador de la Nueva Galicia quien escribió una pormenorizada relación de su importancia minera, sus gentes, los palacios admirables de los cuales quedan todavía la Casa de Moneda, la Casa del Encomendero, las iglesias de Tepec y la Playa; después, la que todavía llaman aquí, inconclusa, catedral y el Santuario de Guadalupe en funciones de sede parroquial.

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A la fecha, reanudados los trabajos de la minería, Bolaños cobra alientos de vida, y en sus fiestas como la de «Nuestro Padre Jesús», quiere asomarse al pasado glorioso, igual que se asoma a su ya exhausto río que antes se rodeaba de huertas frutales y sembradíos de hortalizas.

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