Colotlán

Colotlan

UNAS PERSONAS, al mencionar a Colotlán, se acuerdan de su preeminencia en la colonia, como escenario de la acción pacificadora de aquel capitán del horizonte norteño, don Miguel Caldera.

Los más, tienen una idea vaga; sí, un pueblo al norte, al bordo de los huicholes. Y siguen creyendo que la cercanía con estos indígenas mantiene a Colotlán en aires de un retraso primitivo.

Acaso podrá encontrarse alguien que hable de Colotlán y no tenga otro dato que el de su viejo título como» Octavo Cantón de Jalisco», o si es hombre de devociones, hable de una imagen de San Nicolás que se venera ahí, con la peculiaridad de unos bailes con que se le honra en tradición de siglos.

Ahora Colotlán acortó distancias; por siempre había estado en lejanía de barrancas, ríos y montañas. Ahora hay carretera y por cierto con un panorama a la vista del viajero, que no lo puede haber mejor ni más variado: primero la hondura de San Cristóbal de la Barranca, luego los encinares del Teúl en colinas de sube y baja, para tomar desde Tepechitlán el listón verde del río que lleva hasta Colotlán.

Este es un pueblo con señorío que le viene por la historia y por el sitial que tuvo como cabecera de la comarca, como referencia de Jalisco en medio de la geografía zacatecana.

Hay que ir despacio y ver sus calles bien trazadas, las fachadas de algunas de sus casas con el sello arquitectónico de pasadas grandezas, y luego un adoquinado de lajas de piedra de castilla en elaborado acertijo.

Allá está el muro altísimo de la parroquia que no es el muro de lamentaciones, aunque alguno las pueda proferir por las grietas hondas que se abren en el mismo muro y están indicando que quienes construyeron está iglesia no dieron la cimentación adecuada, ni siquiera para soportar la torre que quedó inconclusa.

Colotlán tiene muchas cosas que contar, muchos los títulos que le dan nombre en la historia nacional, y no sólo lo que en su toponimia se define como» lugar de alacranes», y la aplicación de esto en la persona de Victoriano Huerta contra quien se han ensañado los peores vituperios sin tomar en cuenta a su contraparte, el teniente coronel Victoriano Rodríguez, también originario del lugar.

O remontar los recuerdos más allá, a los tiempos en que fue fundado y la importancia que tuvo como valladar ante el mundo bárbaro que hervía, en los rincones de la Sierra Madre Occidental.

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Los caciques tlaxcaltecas, cuando vinieron muchos hombres de aquella lejanía a reforzar la defensa del fuerte, dieron a la población el nombre de Nueva Tlaxcala, con el que se conoció a Colotlán hasta finales del siglo XVIII.

Con los nombres, hechos y relumbres de un pasado, también los brillos de un sol que dibuja sombras caídas en el embaldosado, en estas tardes de verano, perfumado con las espigas de los sembradíos del verano, en milpares de esperanza.

Hay un bullicio de pájaros en los árboles de la plaza y una fiesta de luces en el limpio azul del cielo colotlense. La campana mayor de la parroquia da, solemne, el toque de la oración….

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