Atotonilco

Atotonilco

ALLA ARRIBA en aquel alto / hay un lindo, naranjel / cargadito de naranjas, / que otra no puede tener… » Las señas que da el viejo romance español, parecen convenir a Atotonilco el Alto, conocido como «El jardín de Jalisco».

Ahí están sus hortales en verde sempiterno y chispeando, en otro tiempo de naranjas, hoy en limares siempre frutecidos y siempre en fragancia que anuncia desde lejos la cercanía del lugar; «Ya me dio el olor a lima / estará cerca la mata… «

En su mismo bautizo, Atotonilco indica su condición de sitio bendecido, donde la naturaleza ofrenda privilegios; esto, por el don de las aguas termales que sirvieron como punto de referencia a la fundación del primitivo núcleo de población.

Dicen que «primitivamente estuvo en un lugar llamado Piedra Colorada que era el manantial de aguas saludables», por ser calientes y sulfurosas. Ahí están a la fecha los famosos balnearios dando cuenta de este atractivo.

La evangelización de los naturales de Atotonilco corrió primeramente a cargo de la Orden Franciscana; esto, hacia el año 1554 o 55. Cuarenta años después, los frailes agustinos se hicieron cargo de la atención cristiana de los lugareños hasta el año de 1767 en que entregaron la iglesia al Obispo de Michoacán.

Apenas veinticinco años perteneció Atotonilco a la Diócesis de Michoacán, pues Fr. Antonio Alcalde, obtuvo con fecha 6 de julio de 1795, ante el Rey de España, su anexión a la Diócesis de Guadalajara «para una mejor atención espiritual de sus feligreses».

Hoy ofrece Atotonilco al visitante las características de un pueblo trazado en calles estrechas que soportan aquí y allá, curvas y ancones, por donde aparecen de pronto casonas venerables de elegante arquitectura, ventanales, cornisas y portones que hablan del próspero pasado de este pueblo:-

Un templo parroquial sombreado de árboles de densa fronda donde los pájaros en bulla tempranera y vesperal, enardecen el aire y cantan lo que cantan todos los corazones de Atotonilco en honra y prez de la Inmaculada Concepción, ella a pesar de que en sus orígenes el pueblo fue llamado y dedicado a San Miguel Arcángel.

Del templo parroquial hay que resaltar su exquisito decorado interior, el esplendor de su fachada, la esbeltez de su torre en labraduras sutiles sacadas de la dureza del tezontle. Eso y su cúpula plantada arriba, como una media naranja, «naranja nébol», dicen allí; en proyecto, idea y dirección de aquel constructor italiano Adamo Boari que construyó en México el palacio de las Bellas Artes.

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Hoy se vive en las calles de este pueblo una tradición mantenida en los siglos, como homenaje de alabanza a la Inmaculada Concepción de María. Las calles se adornan con profusión de lazos de papel, las puertas y ventanas ostentan adornos con flores, cortinas de encaje y guías de plantas verdes. Una comisión de vecinos lleva cuenta de los primores con que se emulan unos a otros los moradores de ésta, con la calle siguiente, para decidir quién obtiene el primer lugar.

En realidad el primer lugar en cuanto a entusiasmo, participación, convivencia entrañable, emoción y devoción marianas, lo tienen todos los vecinos y visitantes que se pasean estas noches por Atotonilco gustando aquí, probando allá y repitiendo más allá, canelitas, cafés, ponches y confituras.

Más allá la banda y los cohetes, los mariachis, los repiques, los cantadores. Arriba el cielo temblando en sus estrellas.

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