Ocotlan

Ocotlan

EL CAMINO va tendiéndose en ondulaciones blandas, al Iado de caseríos que lo acompañan siempre y a la vista de cuadros de sembradura, ora verde y fragante, ora en oros de madurez rendida.

Luego de la nueva carretera a Chapala, se da vuelta a la izquierda rumbo a la próspera ciudad de Ocotlán que se precia y con derecho de sus grandes industrias, de su dinamismo económico, del desarrollo de hatos y establos lecheros en elevada producción.

Hablar de Ocotlán es hablar de un pueblo con antecedencia de siglos, pero también con altos niveles en aquello que hace grandes a los pueblos. El «ora et labora», tiene ahí una aplicación y una explicación incuestionables.

Es un pueblo que ha sabido ser el mismo tiempo Marta y María; por una parte ha sabido darse a una serie de acciones productivas que le han alcanzado metas de bienestar; pero ha sabido darse también al ensueño y a la contemplación, sobre todo cuando se planta en devoción a los pies de la venerada imagen del Señor de la Misericordia.

Ocotlán aparece en la historia en el año de 1530, cuando Nuño de Guzmán se asoma por esas tierras y no esconde su codicia y vulgar apetito.

El padre Tello en su crónica Miscelánea, dice que Nuño «tomó posesión de este valle y poblaciones, por su Conquista, muy gustoso y sin recelo de que se había de perder aquel campo, por tanta gente pulida, con cosas y que había qué comer».

Don Ignacio Dávila Garibi por su parte, dice que «Cupo en suerte a los abnegados y celosos misioneros franciscanos evangelizar a los naturales de Ocotlán, por espacio de 46 años, o sea, desde 1530 hasta 1576 en que pasó a la atención de los agustinos.

En la historia de este pueblo, hay un hecho que vino a conformar su perfil con relumbres más allá de una dimensión natural.

Se trata del temblor de tierra que se registró en Ocotlán el 2 de octubre de 1847. El movimiento telúrico comenzó a las 7:30 de la mañana y tuvo duración de cinco minutos que bastaron para dejar derrumbadas las casas y el pueblo todo convertido en un montón de ruinas.

El templo parroquial, asienta el Lic. J. Reyes Zavala, «de construcción sólida y antigua, fue derrumbado estrepitosamente, sepultando entre sus escombros a algunos fieles que se encontraban ahí en oración.

Llanto y desolación, muerte y agonía de centenares de personas. Así amaneció el domingo 3 de octubre, y cuando los vecinos se reunían para la misa de precepto, vieron todos en el cielo la figura de Jesús Crucificado. Varios autores de nota han escrito y presentado testimonios irrefutables recogidos en torno a este suceso… «

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Tiempos, aires que cambian, actitudes a impulso de nuevas modas, y Ocotlán no ha cambiado su amor a la imagen del Señor de la Misericordia, en réplica de la que vio el pueblo en el cielo. Y el Cristo abre sus brazos sobre los ocotlenses, derrama bendiciones, consuela y alivia, a quienes van a invocarlo.

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