Hostotipaquillo

Hostotipaquillo

SE VA PERDIENDO el camino entre robles, pinos y encineras. El aire se embalsama en las frondas. Hay que subir y bajar por colinas y rinconadas sombreadas de verde.

Adelante de Magdalena, por la carretera de Tepic, parte el crucero de la carretera pavimentada que lleva a Hostotipaquillo, un pueblo cuya historia se pierde en los siglos, como se pierde el mismo pueblo en su accidentada y arbolada geografía.

El aspecto de la población habla de siglos de bonanza, y de un vecindario que tuvo buen gusto en el diseño de sus fachadas, sus zaguanes antañones, el juego de sus calles que zigzaguean como escondiendo estampas del pasado.

El nombre tiene variantes que han hecho a los historiadores plegar el ceño. Unos le han dicho Oztotiopac, otros Ostotequipac, a aquel otro se le enredaron las sílabas y le dijo Ostotriepas para acabar al fin en Ostotipaquillo que según los lingüistas debe escribirse así, sin h inicial. Luego, todos coinciden en la significación: Lugar arriba de la cueva.

Los aires de grandeza que todavía se respiran aquí, por callejas, huertas penumbrosas en el interior de caserones vetustos, la gallardía de su iglesia parroquial, le vienen de la riqueza minera que aquí y en los contornos tuvo codiciados yacimientos de oro, plata, cobre y plomo.

Por cierto que en la época colonial este lugar es nombrado como Real de Minas de Hostotipaquillo. Y ya el obispo de Guadalajara, D. Alonso de la Mota y Escobar, lo menciona en 1605: «Ostoticpac, mitad de encomendero, con 99 indios tributarios, pertenecientes a la Nueva Galicia».

Esto de los «indios tributarios», significa para los entendidos en el teje y maneje del servicio que se hacía prestar a los naturales en aquel tiempo, que para entonces ya estaba en apogeo la explotación de las minas.

Su importancia abarca los poblados y centros mineros de Plan de Barrancas, Cinco Minas, Santo Domingo, Moncelo, Santo Tomás, Tequesquite, Labor de Guadalupe, San Simón, Llano de Vela, Huajacatán, etc.

Se acostumbró en aquellos tiempos el recorrido que por extensas comarcas hacían unos hombres allegados a las iglesias y conventos; éstos portaban una imagen piadosa en el título y figura de aquella para la cual recogían limosna de los devotos. Se les daba el nombre de demandantes.

Dicen los historiadores que por estos rumbos hubo un cortejo de demandantes de La Magdalena, Tequila y Etzatlán, principalmente, llamando a la generosidad de los creyentes en quienes, por la bonanza minera, podrían encontrar desprendimiento y largueza. Las iglesias más bellas de aquellos tiempos, se construyeron a base de estas limosnas recogidas de aquí y de allá.

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Una de estas imágenes, nadie sabe de dónde, cómo, o quién, vino a quedar en Hostotipaquillo, y hoy es una imagen que se ha robado el corazón de éste y todos los pueblos del rumbo. Se le invoca, ensalza y proclama fervorosamente con el título de Nuestra Señora del Favor; y Ella como intercesora, demandante misericordiosa ante la divinidad, los concede y muy colmados a todos sus devotos.

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