Mezquitic

Mezquitic

EN LA QUIETUD de sus horas, en la paz de sus días, ahí está Mezquitic, descansando en el abrazo de sus montañas; a tiempos, arrullado en el canto de su río. Un pueblo así, en intimidad y silencio, allá donde no llegan los estruendos del mundo y donde la vida interior de sus moradores hace pensar en los grandes valores que en un clima así, acendran el espíritu.

El camino es largo y lleno de recovecos y torceduras, hasta llegar al remanso de este pueblo que pasa el día sombreándose bajo la espumilla verde de sus mezquiteras.

Rumbo a Colotlán, por San Cristóbal y el Teúl, enfila la carretera en una serie de estampas alucinadoras; aquí el peñasco bronco, allá un sube y baja de fragantes encineras; ahora la ladera pedregosa punteada de nopales, luego el camino a bordos del río y sus ondulaciones bajo un cortinaje de sauces.

Adelante de Colotlán, Santa María de los Ángeles y luego Huejúcar; de aquí tuerce el camino por la izquierda y se tira por la infinita anchura de un mundo transparente y limpio.

Acaso una pobrísima choza a la distancia; o un arbusto espinoso que se prehende con fuerza de la tierra seca.

Luego el zacatecano pueblo de Monte Escobedo y sus aires porfirianos, antiguo San Andrés del Astillero, luminosa cumbre vestida de pinares, madroños, palos colorados y encinos. Por allí sigue el camino embriagando al viajero en las resinas del bosque hasta que de pronto… aquella hondura de escalofrío, aquel vacío envuelto en brumas azules; y al otro lado unas rugosidades casi desleídas en la distancia. Hay que descender a la profundidad de aquel mundo, hay que ir por la escalinata que se descuelga hacia abajo. Allá nos espera Mezquitic.

San Juan Bautista de Mezquitic se llamó en sus orígenes este pueblo, centro de penetración evangélica en aquellas soledades y barrancas donde se agazaparon las tribus indígenas reacias a la presencia de misioneros y conquistadores.

Todavía tiene Mezquitic los más importantes centros de población huichola, en una extensión municipal, la mayor de todas la que componen el mapa político de Jalisco.

Su lejanía, su incomunicación superada hasta hace poco, han dejado ser a Mezquitic un pueblo en las líneas de su tradición, en el perfil noble y digno de sus gentes, en calles de muros blancos y empedrados uniformes. Casonas frescas donde se guardan refinamientos que no pueden tener las ciudades: una cocina antañona en la delicia de sus guisos, corredores umbrosos con jaulas de pájaros y macetas de begonias y de helechos; corrales al fondo donde muge el ganado y relinchan las bestias…

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Así es Mezquitic y así los mezquiticenses que han sabido ser jaliscienses cabales, lo mismo en la cultura, que en el trabajo y la acción que les dan satisfactorias condiciones de vida.

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