Zapotlanejo

Zapotlanejo

ESTA ES LA PUERTA ABIERTA. Luego de estas lomas, de estos cielos azules, de estas extensiones punteadas de huizaches y hierbas espinosas o de inmensos cuadros de sembradura, se entra a la Región de Los Altos.

Pero es honor de Zapotlanejo conformar el portón ancho, ser el mastín celoso de aquellas tierras con nombre y fama en Jalisco y en México.

Se ha de decir que Zapotlanejo vive una etapa de transformación que asombra. Apenas unos años atrás era un pueblecillo risueño y nada más; su templo parroquial de exquisito corte arquitectónico, los portales de la presidencia, su plaza sombreada de jacarandas y palmeras y un arroyo por ahí que alimentaba el verdor de huertas y de huertos, de hortalizas y cañaverales.

Su ubicación en la puerta de la región alteña, obligaba a pasar por Zapotlanejo a quien quiera que tuviera que ir a los pueblos jaliscienses del rumbo, y más allá, La Piedad y San Luis Potosí. Esto originaba un continuo ir y venir de grandes autobuses de pasajeros, y desde luego una fuente de ingresos para muchas familias que se acercaban a las ventanillas de los transportes a ofrecer aguas frescas, dulces y recién cortadas cañas de castilla, taquitos, fruta, helados, etc.

Quién lo hubiera dicho: en unos cuantos años Zapotlanejo se convirtió en un centro comercial de tanta importancia y con tal afluencia de compradores de toda la región, que sus calles, sus mismas calles se han convertido en escaparate de prendas de vestir, en estilo, corte y clase para los gustos más exigentes y, según dicen, a precios más moderados de los que rigen normalmente en el mercado de la ropa.

Con la intensidad de su comercio, con la construcción de un centro comercial amplio y moderno donde se han instalado los vendedores de ropa, se establecieron y han aumentado y han crecido muchas fábricas de ropa y confección, hay trabajo para todo aquel que lo busca, las amas de casa cosen en su domicilio y el dinero corre en anchuroso y pródigo río…

Todo eso, pero a Zapotlanejo se le ha ensombrecido el espíritu; ya no es el pueblecillo provinciano, paz y transparencia de sus calles, amor de sus hogares; hoy vive en vértigo de exigencias laborales; hoy se ha convertido en centro a donde acuden en busca de trabajo gentes de todos los rumbos, con lo que ha perdido también el diseño familiar de los pueblos, en que todos se conocen, todos se tratan en entrañable afecto.

Los títulos de relieve en la vida de este viejo Zapotlán de los Tecuexes, Zapotlanejo de mediados del siglo pasado para acá, también se van empolvando en la conciencia del vecindario. Poco se sabe, poco se dice ya del Indio Juan Terríquez; poco del hecho histórico que tuvo por escenario el Puente de Calderón.

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Así y todo, le queda a Zapotlanejo su Virgen del Rosario, sus fiestas patronales, el bullicio y la devoción, las manifestaciones de fe y los actos exteriores que dan marco a la celebración del siete de octubre.

Todo así, porque los valores superiores del hombre tienen sus raíces en el espíritu, y no pueden pasar con el tiempo ni empolvarse en los intereses materiales; lo sabe Zapotlanejo y hoy canta y alaba, invoca y bendice, le entrega el corazón y el alma a la sonriente imagen de Nuestra Señora del Rosario que preside el altar mayor de la parroquia.

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