Puerto Vallarta

Puerto Vallarta

QUIEN LO HUBIERA DICHO: de dónde pudo nadie imaginar que el silencio iba a trocarse en alboroto, que la soledad se Iba a convertir en aglomeración de gentes de todos los rumbos, y que el rumor dulce del mar acogería una mareante babilonia.

Dicen que Puerto Vallarta nació de una historia que en un siglo de vida nomás, iba a convertirse en un festín de música y regocijo, en un cuento de hadas, en una leyenda viva que puede contarle Jalisco a todo el mundo.

Andaba don J. Guadalupe Sánchez Torres en un trajín de idas y de vueltas, desde Cihuatlán, hasta el pobladito de El Real del Cuale, donde los mineros esperaban la sal, la mercancía, las provisiones que les llevaba en su lancha, avezada al oleaje y a los escollos de aquellas lejanías.

Llegaba hasta una rinconada donde se aquietaban las olas y ya se podía bajar la carga que desde ahí era transportada, en lomo de mula, a su destino.

Hizo falta un resguardo, una sombra, una techumbre aunque fuera provisional; así hubo primero una cabaña a base de palapa sostenida en unos troncos. Ya podía don J. Guadalupe dejar ahí a la familia y perderse en el oleaje del mar en un viaje y el siguiente que le producían sin duda jugosas ganancias.

Primero nombraron a aquel sitio Las Peñas o el Puerto de las Peñas en referencia a los acantilados donde golpeaba la furia del mar. Luego, por don J. Guadalupe, por su presencia y el señorío con que hizo suyo el lugar, cambió el nombre a Las Peña de Guadalupe que acabaron por fin en Las Peñas de Santa María de Guadalupe.

Todavía desde 1851 que se tiene como el año en que empezó a desembarcar ahí el lanchón aventurero, hasta años muy recientes, aquel rincón de Jalisco siguió siendo un sitio desconocido; ignorados sus atractivos en la distancia y la incomunicación.

A alguien se le ocurrió honrar a D. Ignacio L. Vallarta, dando su nombre a este lugar, cuando se le erigió en municipio, por decreto No. 1889 del Congreso del Estado el 3 de mayo de 1918.

La misma incomunicación y las condiciones de sus playas, hicieron de éste un punto procurado por bucaneros, piratas y asaltantes que merodeaban por la inmensidad océana, y Puerto Vallarta con sus bellezas, su mar azul bordeado de un fleco de espuma, sus palmeras y su vegetación toda, sus rinconadas que escondían prodigios paradisíacos, sus flores, su fauna, el relámpago verde de los loros… permanecieron por años sin otra que la aventurada visita de un algún temerario turista.

Puerto Vallarta-1

Hasta que un día; o mejor, una noche a la que apodaron de la iguana, tuvo de pronto un amanecer glorioso, fiesta de sol, presencia de visitantes sorprendidos de aquel hallazgo que desde todos los puntos de la geografía volvieron los ojos a Vallarta; todo eso y la visión y la acción del gobernador Medina Ascencio, hicieron de este lugar un centro de atracción nacional e internacional.

Guarda Puerto Vallarta en el arcón de sus recuerdos, el encanto de aquella aventura, el nombre de aquel hombre y ahora el embeleso y el amor a la Reina de México, a quien ha consagrado su templo, y en cuyo honor levanta hasta el cielo una regia corona que no es más que un símbolo de la corona que todos los mexicanos ofrendan a la Virgen de Guadalupe.

Deja un comentario