Temastian

Temastian

TEMASTIÁN SE RECUESTA en un valle formado de tepetates blancos, de huizaches espinosos, garruños y ozotes que se prenden del suelo en desesperada lucha por defenderse de los aires helados y de la sequedad característica de la región.

Así en lo geográfico, porque en lo espiritual es Temastián un centro religioso pródigo y floreciente, alimentado por el continuo fluir de caravanas, todos los días, a lo largo de todo el año, desde todos los rumbos, no sólo de la región sino del suelo mexicano y más allá.

Hay que tomar camino hacia Colotlán, cortar hacia Totatiche: unos cuantos kilómetros adelante está Temastián, con su santuario de cantera labrada en lírico desbordamiento de guirnaldas, rosas, guías, donde el artesano hizo que la piedra se ablandara para dar las curvaciones que pedía el adorno.

En el centro del altar, dentro de un rosetón inmenso adornado de rayos convergentes, está la milagrosa imagen de Cristo Crucificado que desde tiempos inmemoriales ha atraído a multitudes de gentes que llegan a pie, a caballo, en romería de semanas enteras, a postrarse ante su altar.

Se estuvo creyendo que este devoto crucifijo de tamaño natural y tallado aparentemente en madera, había sido donado a los indios de Temastián por Fray Margil de Jesús.

Un posterior estudio comparativo con los cristos de indudable origen michoacano, deduce que el Señor de los Rayos, designación de esta imagen, tiene el mismo origen y su hechura es del siglo XVI.

Con lo anterior no se excluye la posibilidad de que Temastián haya tenido el singular honor de aposentar a Fray Margil, el andariego evangelizador de la parte norte del país hasta las californias.

Hubo a propósito, un asentimiento de los vecinos de más antes que recordaban que en la Hacienda de la Capellanía, parte noroeste de la Mesa de Temastián, hubo una casa conocida como la casa «del Padre Margil». Así lo recogió el Padre Hernández Cueva de labios de D. Teófilo Bocardo y de D. Isaac Reza, indios como de 95 años; lo mismo de otras personas como D. Jorge Medina, D. Agapito Rosales, D. Mariano Enríquez y D. Félix Orozco.

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De todo aquel pasado y de todo aquel torrente de amor y fe en la misericordia de Cristo Crucificado, en su designación del Señor de los Rayos, surgió el Santuario como rosa en pétalos de piedra, florecida en aquel semidesierto, roca y matujos espinosos; y también como una explosiva devoción alentada en miles y miles de peregrinos que llegan hasta allá.

De esta manera, el 11 de enero, recuerda un día igual del año de 1934 en que fue bendecido el santuario y trasladada la venerada imagen de su capilla antigua, al regio altar que se le erigió, mármoles y bronce, donde fue colocada como la manecilla de un reloj, minutero augusto que marca las horas del tiempo en el destino de estos pueblos y de los millares de devotos que van a postrarse a las plantas de la taumaturga imagen.

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