Cuquío

Cuquio

ENFILAMOS A CUQUÍO por la carretera que lleva a Saltillo. De por sí debería decirse que esta población dista unos 40 kilómetros de Guadalajara. Fuera así de no existir en medio la barranca con su vegetación, sus rinconadas verdes y el hilo del camino que se enreda entre recovecos que huelen a hierbas tropicales.

En la profundidad, el duelo de un río mancillado, convertido en cloaca de inmundicia, en espumarajo hediondo de las aguas que vacían en él los drenajes de nuestra ciudad.

Hay que ascender pronto la escalinata que va a la otra parte, por una sucesión de colinas que descansan al fin en un robledal fresco.

De ahí una línea tirada a cordel nos pondrá en Ixtlahuacán del Río y adelante, en la risueña población de Cuquío.

No lo esperábamos y ya estábamos en el corazón del pueblo. Sus casas, sus calles, sus balcones y sus tres iglesias venerables, el aire del pueblo, las manchas de lluvia en los muros, todo lo que uno va encontrando, habla de la antigüedad, de la importancia, del desahogo económico de Cuquío en su pasado.

Pudimos indagar que Cuquío, cuyo nombre significa «tierra de sapos», por la humedad excesiva que da lugar a sitios pantanosos, tiene en eso mismo condiciones favorables para la agricultura.

La conformación del terreno, no permite la erosión; el clima es benévolo, la humedad del suelo le alivia en épocas de sequía. Total, que cumple las mayores exigencias para una agricultura floreciente.

Dicen que Cuquío fue considerado en tiempos pasados como el Granero de los Altos, porque asentado sobre la misma altiplanicie que ha hecho famosa a aquella región, y aún cuando el ambiente es otro y su ubicación lo pone como al margen del dinamismo económico estatal, sus cosechas, su ganadería, alcanzan niveles que no pueden darse naturalmente en la meseta alteña.

Con ello Cuquío va avanzando por su camino que comienza con la historia de la Nueva Galicia, tanto que en sus inmediaciones se encuentra aquel sitio de la Guadalajara viajera, Tlacotán, cuyas ruinas hablan todavía de aquel momento tan significado.

Tiene también otros pueblos y núcleos primitivos importantes, como el pueblecillo desvencijado y triste de Teponahuazco, con los rasgos indígenas de su gente, su templo y un Cristo venerado en la región, piadosa escultura que dicen ahí les fue regalada por Carlos V.

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Este Cristo pasea su expresión devota, los ojos cerrados, los labios entreabiertos, en recorrido de fe y de amor como aquellas imágenes que en tierras secas de Castilla, responden a una tradición venida de muy antiguas generaciones… «Cuando pasa el Nazareno / de la túnica morada, / con la frente ensangrentada / la mirada de Dios bueno / y la soga al cuello echada… «

También guarda Cuquío hechos que se escenificaron allí, como el que hoy ostentan con ufanía en una placa que indica la casa donde pernoctó el señor cura D. Miguel Hidalgo en su paso para el norte. Todos los historiadores dan cuenta de este hecho y Cuquío lo recuerda y se engríe de haber dado amparo y seguridad por una noche al Padre de la Patria.

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