Jalostotitlán

Jalostotitlan

TODAVÍA NO SE APAGA el eco de las alabanzas que entonaron a la Virgen de la Asunción miles de jalostotitlenses y devotos de la comarca en una fiesta que remueve las almas y hace saltar los corazones.

Todavía están ahí los adornos del templo o los lazos de papel de china que cubrieron las calles, y queda aún en el aire la resonancia de las campanas, el estallar de los cohetes, las notas de mariachis y conjuntos musicales.

El amor se quedo ahí. También la fe y la devoción a una imagen de María que tienen algunos como la más antigua del Arzobispado, pues creen que fue llevada al pueblo por fray Miguel de Bolonia. Si no hay constancia histórica de ello, sí la hay de su existencia y culto ya desde el siglo XVII.

Otra vez el nombre de Nuño de Guzmán en ansias de dominio por toda la región. Y otra vez la presencia apostólica de fray Antonio de Segovia y su incansable afán por sembrar el evangelio en aquellos pueblos.

Con la fe, floreció en este lugar el amor mariano en la imagen de Nuestra Señora de la Asunción que tiene como peculiaridad, la dulzura de su semblante, su amorosa mirada y los brazos abiertos en actitud de atraer, de ofrecer su regazo, de dar su corazón maternal.

Y por cierto el quincenario en su honor, comienza con un desfile por las calles del pueblo, que han llamado «de romanos», y en el cual unos jóvenes ricamente vestidos y montados en briosos caballos, reparten entre el vecindario las décimas o programas de las festividades.

Quince días de alborozo y devoción. Los toques del alba con música y repiques, los actos litúrgicos con la unción devota que nace de las entretelas más hondas de aquel pueblo, el arribo de las peregrinaciones cuyos integrantes desfilan por las calles con flores y cirios encendidos, con banderas y estandartes, mientras cantan, oran y lloran transidos de amorosa emoción.

No pueden faltar las danzas tradicionales que hacen sonar el rítmico acompasar de tamborcillos y chirimías en horas y horas de infatigable danzar.

En el aspecto profano rodean estas fiestas charreadas y jaripeos, corridas de toros, la serenata en la plaza municipal, los juegos mecánicos y las incontables vendimias de todos los antojitos regionales, chucherías, guisos y frutas de la estación.

Así durante 15 días, así en la culminación del día 15, para rematar el día 17 con el Paseo del Pueblo que se ha hecho tradicional y congrega a jalostotitlenses que ahí viven y los que vienen cada año, en convivencia regocijada y fraternal.

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No puede dejarse el recuerdo de personalidades, honra y prez de este pueblo, como el insurgente D. José María González Hermosillo; el Padre Alfredo R. Placencia, y el dolido ajenjo de sus versos; como el canónigo D. José María Cornejo, uno de las últimas figuras de la oratoria sacra: hondos los conceptos, galana la exposición; o como el Padre José Rosario Ramírez que en fervoroso amor a Jalos ha recogido documentos, testimonios, genealogías, referencias, que algún día, algún día conformarán la historia de este pueblo y de la región.

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